Centroamérica, así la soñamos en septiembre
En septiembre, nuestros diminutos países centroamericanos, empobrecidos y torpemente divididos, nos unimos en una fecha común de memoria de una independencia y soberanía no solo inciertas e inconclusas sino que nunca se han hecho realidad.
Somos una pequeña zona en el continente con una historia común, de mucho dolor por nuestras cruentas e inútiles guerras, y por igual compartimos una de las zonas de mayor riqueza en biodiversidad del continente y quizá del mundo. Pero de igual manera, somos una de las zonas con ingresos más desiguales del planeta. Aquí se ve como parte del paisaje que una persona tenga un ingreso diario de 20 mil dólares, y frente a ella, en el mismo territorio, haya un cinturón de miseria de decenas de miles de personas con un ingreso que nunca llega a dos dólares diarios. Y todo bajo el “hermoso” amparo de la ley.
En su llamado triángulo norte, las multinacionales siguen pujando por garantizar una legislación que privatice todos los bienes naturales y públicos, justamente en la misma zona en donde se criminaliza a la juventud por un tatuaje o por vestirse como le ronca la gana. Su gente –unos 47 millones de personas de acentos varios–, tiene sus propias lenguas, tradiciones y verdades. Pero también es una zona cargada de riesgos, por la vulnerabilidad ambiental, y también por su vulnerabilidad social e institucional. El Estado de Derecho en lugar de ser garantía de derechos humanos, es factor de disputa entre las redes criminales y una institucional propicia para la construcción de dictadores y caudillos.
La democracia sigue siendo una alta deuda pendiente, y en lugar de una institucionalidad sólida, la criminalidad organizada y autócratas se apoderaron de nuestros pequeños Estados. Los centroamericanos y centroamericanas, con nuestras limitaciones y fortalezas, soñamos con una región sin fronteras políticas pero con justicia social. Soñamos con trabajar, estudiar, divertirse, vivir y morir dignamente en nuestro territorio. Somos gentes que amamos nuestra tierra, pero la queremos en plenitud de soberanía.
Soñamos con una Centroamérica en donde construyamos democracias no solo políticas sino económicas, sociales y culturales, en donde la gente no se vea obligada a emigrar hacia otros países. Nadie en Centroamérica quisiera huir por razones económicas o de seguridad. Toda su gente quiere vivir con dignidad aquí, y con esa misma dignidad salir libremente a recorrer el mundo por el gusto de pasear o conocer otras realidades y culturas.
Soñamos con una Centroamérica sin oligarquías y sin esas feroces alianzas entre élites oligárquicas y transnacionales. Soñamos con una Centroamérica Independiente de miseria y esclavitud, de militarismo, del patriarcado y de todo tipo de dominación y opresión. Soñamos con una Centroamérica Libre de violencia, corrupción, impunidad y desigualdades.
Soñamos con una Centroamérica que construye Soberanía frente a los países ricos del norte y de sus multinacionales, y en donde toda su gente es soberana porque decide desde lo que piensa, quiere, añora y construye en armonía con los derechos de los demás y de la madre naturaleza.