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«… el individualismo ha estado creciendo desmesuradamente durante años, sobre todo a partir de la década de los setenta del siglo pasado.

»Porque el pico de la civilización occidental fue el verano de 1969. Concretamente, el 20 de julio, cuando la misión Apolo llegó a la Luna. Según el escritor Ross Douthat, ese día la humanidad alcanzó su cenit. Fue un momento de euforia en el planeta, de culminación de un esfuerzo colectivo. De ahí pasaríamos al desencanto con la guerra de Vietnam, y con nuestros sistemas políticos y económicos. Empezamos a negar nuestras responsabilidades hacia la comunidad y autoafirmarnos cada vez más como individuos soberanos. Iniciamos un descenso por el camino del empoderamiento individual, en el que nos hemos ido liberando de restricciones morales, pero no para alcanzar una satisfactoria calma, sino para convertirnos en la generación más psicológicamente angustiada de la historia.

»Muchos de nuestros enfrentamientos sociales derivan de esta borrachera de narcisismo. Llevamos décadas bebiendo de dos ideologías que han embriagado nuestro yo. Por un lado, el individualismo económico, promocionado por la derecha ultraliberal; y, por el otro, el individualismo cultural, promovido por la izquierda cosmopolita. Unos y otros han roto los lazos que nos unían a la comunidad, librándonos de anticuadas responsabilidades y deberes hacia los demás. Ahora solo tenemos derechos: el de enriquecernos, aun a costa de romper los usos y costumbres de los negocios y las relaciones laborales (el derecho impulsado por la derecha); y el de la satisfacción personal, aun a expensas de romper las tradiciones culturales y religiosas (el derecho promovido por la izquierda). Y ni siquiera así, o precisamente por eso, ni una ideología ni otra nos acercan a la felicidad».

(Víctor Lapuente, Decálogo del buen ciudadano)