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¿Dónde nos llevan las cuatro Preferencias Apostólicas Universales?

El profesor pregunta: «Bien, chicos. ¿Habéis hecho las cuatro tareas que os pedí?». Algunos responden: «Yo he hecho, más o menos, sus cuatro tareas, así que he cumplido». Otros dicen: «Yo he hecho un poco de cada una, pero puedo hacer más». La actitud de los chicos es la de intentar estar a la altura de una tarea difícil, intentar demostrar al profesor que pueden superar la prueba.

Nosotros podríamos adoptar la misma actitud hacia las cuatro Preferencias Apostólicas Universales, algunos intentando probar que realmente las ponemos en práctica todo el tiempo, otros reconociendo que tenemos cierta necesidad de mejorar. Esta forma de ver las cosas tiene algún fundamento. Si yo nunca doy Ejercicios, en ninguna de sus formas, o si no me importa nada que haya pueblos afectados por la sequía, entonces las Preferencias pueden ayudarnos a despertar de nuestro sopor. Sin embargo, no es esto realmente lo que la Compañía nos demanda.

Las Preferencias están pensadas como una nueva forma de expresar la Fórmula del Instituto y, por tanto, solo pueden entenderse en el contexto de nuestros documentos fundacionales. Además, el Padre General ha subrayado que las cuatro funcionan en conjunto. Como respuesta a esta sugerencia, ofrezco las siguientes observaciones, consciente de que se podría decir mucho más.

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Empecemos por la meditación de las Dos Banderas (EE 136-147) y consideremos cómo Satanás incita a sus demonios a «tentar de codicia de riquezas (…). El primer escalón sea de riquezas, el segundo de honor, el tercero de soberbia» (EE 142). Estas son las preferencias del mundo/Satán. Las imagino en el centro de un círculo hacia dónde somos atraídos como una mariposa a la luz. La atracción fundamental de este camino reside en que «Yo» estoy al mando. «Yo» soy el centro y tengo el poder.

El camino de Cristo es el contrario. Lleva a la pobreza, insultos o desprecios y humildad (EE 146). Estos valores están lejos de los focos, no en el centro. Es como si fuéramos arrojados del alegre carrusel y expulsados hacia la periferia. Necesitamos luchar continuamente contra la corriente del mundo que nos arrastra hacia el centro, y cuanto más cerca estamos del centro más difícil resulta resistir su fuerza. Las Preferencias son, precisamente, maneras de describir la contracorriente que representa la atracción del camino de Cristo. Nos invitan a «contemplar… toda la planicie o redondez de todo el mundo, llena de hombres» (EE 102).

Una piedra que ha empezado a rodar cuesta abajo no está interesada en pararse a pensar. Una polilla que es atraída hacia la luz ignora a quien le aconseja que se aleje. Tendemos a no discernir, a pensar solo lo que nos han enseñado, a ser reacios al cambio. El discernimiento hace que nos detengamos, que permitamos que Dios haga algo nuevo en nosotros, y por ello evita que nos quedemos encerrados en la prisión que nos hemos construido para nosotros mismos con nuestros miedos, ignorancia y limitaciones (EE, 59). Somos como Adán escondiéndose entre los árboles. Cristo nos invita a una «exclamación admirativa» que nos dirige hacia una nueva vida (EE 60).

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Muchos jóvenes sufren a causa del desempleo, la incertidumbre y la duda. Se ven impotentes. Lo hemos visto hace poco en la breve intervención de Greta Thunberg en las Naciones Unidas. Los líderes están preocupados por el dinero y por los números, pero en realidad no tienen voluntad de cambiar las cosas. La preferencia por la juventud no significa que tengamos que comportarnos de manera paternalista hacia los jóvenes, sino que permitamos que ellos nos inspiren. Delante del Niño Jesús y de sus padres «me hago como un esclavito indigno (…) sirviéndolos en sus necesidades (…) con todo acatamiento y reverencia posible» (EE114).

Una sociedad y unos medios de comunicación globales podrían llevar una mejor cobertura informativa de todo el mundo. De hecho, a menudo ocurre lo contrario. Dominan los medios en inglés. Cada tweet y cada desplante del presidente Trump se convierte en un titular en Delhi y Tokio. Nosotros estamos llamados a ir contracorriente, a buscar los lugares que quedan en la sombra, olvidados, a acudir a los márgenes de la selva amazónica y los barrios pobres de nuestras ciudades. Debemos «estar contentos de comer, y así de beber y vestir» como lo hacen los pobres (EE 93).

Hoy en día la mayoría de la gente vive en ciudades concebidas como entornos aislados del clima, que funcionan sin parar, 24 horas al día, donde el ritmo de la salida y la puesta del sol, los cambios de las estaciones, el calor del verano o el frío del invierno, son solo detalles menores, a solventar por medio de la inventiva humana. Nos hemos construido un capullo en el que ya no sentimos el viento ni olemos las flores, «ni puede el pie sentir, al estar calzado» (G. M. Hopkins, en «Grandeza de Dios»). El Papa Francisco nos ha invitado a volver a la creación, a vivir una vida en alegría, en la que tenemos el encargo de cantar las alabanzas del Creador.

Las PAU apuntan a áreas de la vida en las que podemos encontrarnos con la pobreza, insultos y humildad. Nos conducen a la cruz, a ver «cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por nosotros » (EE 234). La colaboración a la que nos llaman es ante todo con Dios, y después con otros, allí donde son Dios y los otros quienes están al mando.

Fuente: Jesuits Global