Skip to main content

San Ignacio nació el 24 de octubre de 1491 en Azpeitia, España. De joven se desempeñó como paje en la corte de Fernando el Católico. Sin embargo, su carrera militar duraría poco, pues en 1521 una bala de cañón rompe su pierna. Durante su recuperación leyó varios libros religiosos que lo llevaron a consagrarse a la vida espiritual.

En 1522 se hospeda en el Monasterio de Monserrat, realizando un retiro de 10 meses en una cueva cerca de Manresa. Esta experiencia dio lugar a los Ejercicios Espirituales, la base de inspiración y reflexión de toda la comunidad ignaciana.

Para el año 1528 viaja a París y se licencia en artes. Luego de varios estudios, en 1534 funda la Compañía de Jesús, de la que fue su primer superior general. 

Sus esfuerzos para educar fueron notables. Antes de su muerte aprobó personalmente la fundación de 40 colegios, dejando un legado de casi 485.

El 31 de julio de 1556 falleció en Roma, a los 64 años, víctima de una larga enfermedad y mientras permanecía recluido en una cárcel.  El papa Gregorio XV lo canonizó en 1622, fecha desde la cual es venerado en todo el mundo. 

A propósito de la conmemoración del 463 de su muerte,  El Ucabista trae cinco frases célebres de San Ignacio de Loyola que pueden ser puestas en práctica en la vida diaria. 

  1. Alcanza la excelencia y compártela. Para San Ignacio dar lo mejor de uno mismo y compartirlo con los demás era fundamental. Crecer por medio de la cooperación es un aprendizaje tanto para la vida profesional como para lo personal. 
  2. El examen de conciencia es siempre el mejor medio para cuidar bien el alma.  San Ignacio llama a reflexionar sobre los actos cometidos y cómo estos pueden afectar al entorno. Pide siempre realizar un examen íntimo de los pensamientos y obras para determinar si se ha actuado de buena o mala fe con el prójimo.
  3. En ejercicio de desolación nunca hacer mudanza. Esta recomendación forma parte de los Ejercicios Espirituales, y señala que en momentos de crisis o desolación, lo mejor es no tomar decisiones drásticas o extremas. Lo primordial es poder controlar los impulsos  ante estas situaciones. 
  4. Quien evita la tentación evita el pecado. Atacar determinadas situaciones para evitar sus consecuencias y prevenir malos entendidos, es decir, alejarse de entornos que puedan afectar de manera negativa, es lo que San Ignacio propone como máxima de vida.
  5. ¿De qué sirve ganar el mundo, si al final pierdes el alma?  San Ignacio de Loyola llama a evitar la acumulación de riquezas u objetos materiales, recordando que todo esto es algo pasajero y no tiene valor si esto no nutre el alma.