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Francisco Díaz S.J. comenta el Evangelio según San Lucas (1,26-38) correspondiente a este cuarto domingo de Adviento, que narra el momento en el que el ángel anuncia a la Virgen María que será la madre del Hijo de Dios: “El mensajero de Dios irrumpe en la cotidianidad de María”, cambiando totalmente su vida porque le será confiada una gran misión.

Comentario del Evangelio

El cuarto domingo de Adviento desea resaltar el valor de La Palabra que entra en la vida de personas y lugares concretos. Por eso el ángel se presenta a María, comprometida con un hombre llamado José, de la casa de David. El lugar es Nazaret, una pequeña ciudad en Galilea. 

La Palabra de Dios transforma

El mensajero de Dios irrumpe en la cotidianidad de María, por ello, llega a su casa. Sin contratiempos la saludó diciendo “¡Alégrate! ¡Llena de gracia! ¡El Señor está contigo!”

Es interesante que María conoce la Palabra de Dios. No ignora la identidad del mensajero y, por ello, en vez de pedirle explicaciones o reprocharle la intrusión, se pregunta por el significado de esas Palabras porque sabe que, de recibirlas y hacerlas propias, cambiará su vida porque le será confiada una misión. La Palabra de Dios transforma si es escuchada con el corazón. 

Jesús vino a servir, y no a ser servido

El Evangelio nos presenta la respuesta de María; “He aquí la servidora del Señor. Hágase en mí según tu Palabra”. Y con esta respuesta entendemos a Jesús quien dice que ha venido a servir, y no a ser servido (Mt 20,28). Este servicio es una misión para  todos nosotros, hombres y mujeres de fe, quienes contemplando el diálogo entre el mensajero y María, comprendemos que el Reino de Dios nos pide dejar de ser autorreferenciales para utilizar lo que somos y tenemos en un proyecto mucho más grande y universal. 

Dejemos que La Palabra de Dios nos encuentre en nuestra cotidianidad. 

Francisco Díaz SJ

Fuente: Vatican News