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Durante la semana del 16 al 20 de noviembre, el Padre General se ha reunido con su Consejo para discutir ciertos temas de reflexión que, sin estar ligados a situaciones específicas de la Compañía de Jesús, influyen en el conjunto de su funcionamiento y de sus compromisos.

Entre esos temas se hallaban algunos de los efectos de la pandemia COVID-19, experimentada a lo ancho y largo del mundo. Es el Secretario para el Servicio de la Fe, James Hanvey, quien facilitó los intercambios centrando la atención sobre los modos como las grandes religiones han respondido a la situación sin precedentes en la que nos encontramos. ¿Puede la pandemia fomentar el acercamiento entre las religiones, promover las relaciones interreligiosas?

La primera parte de la presentación del P. Hanvey, de carácter esencialmente ignaciano y relacionada con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, invitaba a considerar la mirada que tiene la Trinidad sobre el mundo en la época de la COVID. Por supuesto recordó estadísticas, pero sobre todo aprovechó la oportunidad para medir las consecuencias de la pandemia mundial. Desestabilización, restricción de las libertades, puesta en duda de la credibilidad de las autoridades públicas y los gobiernos, aumento de la vigilancia de las personas por medio de la tecnología, aumento de la deuda pública, lo que puede tener consecuencias para las generaciones futuras.

Sí pero también nuevas formas de conexiones sociales, vínculos entre comunidades, nuevas formas de trabajo que requieren una revisión de la legislación laboral y la obligación de reorganizar el espacio social para tener en cuenta un mundo en el que todos estamos interconectados. En términos más generales, la pandemia ofrece una oportunidad para “despertarse”: juntos debemos hacerlo mejor. Las organizaciones internacionales, en particular la OMS (Organización Mundial de la Salud), desempeñarán un papel más importante en el futuro.

James Hanvey se centró luego en las respuestas a la situación actual propuestas por pensadores de diversas tradiciones religiosas. Se refirió a las propuestas del cristianismo, del budismo, del protestantismo, del mundo ortodoxo, del judaísmo, del islam y de las tradiciones religiosas africanas e indígenas. Sería injusto tratar de resumir aquí en unas pocas frases cómo las religiones pueden contribuir positivamente a este contexto actual. Sin embargo, he aquí algunas ideas resumidas.

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La pandemia ha fomentado la creación de nuevas comunidades de oración y liturgia, de comunión; la pandemia ha permitido el desarrollo de nuevos recursos espirituales y morales; ha creado conciencia de la necesidad de una transformación social y ecológica; fomenta el encuentro y la reconciliación entre las tradiciones religiosas porque está más claro que nunca que todos estamos “en el mismo barco”. Por último, la situación actual exige una toma de conciencia de la centralidad de la persona humana y de sus derechos, de la igualdad – cada vez más amenazada – de todos. Todas las tradiciones religiosas se reconocen en este postulado y por lo tanto pueden acercarse, unirse más que nunca antes, para promover dicha visión antropológica que también tiene una dimensión espiritual.

Algunas citas para concluir:

• “Los desastres naturales y provocados por el hombre aumentan en nombre del desarrollo; el bien común y los pueblos indígenas son las principales víctimas de este proceso. En este contexto, la preocupación por la justicia en forma de diversos movimientos es cada vez más fuerte”. (Stanislaus Tirkey – Pueblos indígenas)

• “Es muy fácil sentirse impotente ante la escala percibida de la crisis. Sin embargo, es precisamente en esos momentos cuando más se necesitan los valores budistas de atención, compasión y aceptación”. (Un monje tailandés – por Greg Sharkey)

• “En general, la pandemia ha apoyado fuertemente a aquellos que abogan por un cambio en el estilo de vida de nuestras comunidades en el espíritu de Laudato Si’, y el judaísmo religioso también se está moviendo rápidamente en esa dirección”. (Marc Rastoin – Judaísmo)

• “Como ‘hospital de campaña’, la Iglesia también está llamada a ser samaritana, dejándose interpelar por tantos hombres y mujeres que han caído en el camino, interrumpiendo su camino, sintiendo compasión, atendiendo las heridas de una humanidad profundamente traumatizada por los efectos de la crisis de COVID-19”.

Fuente: Jesuits Global