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El domingo en sus saludos después del rezo mariano del Ángelus, Francisco dirigió sus pensamientos a los habitantes de América Central afectados por el huracán ETA que causó unos 200 muertos y desaparecidos, especialmente en Guatemala. Desde el distrito de Alta Vera Paz, uno de los más devastados, el testimonio del Padre Vittorio Castagna, salesiano desde hace 10 años en el país guatemalteco

Benedetta Capelli y Patricia Ynestroza – Ciudad del Vaticano

Es un pensamiento de cercanía y apoyo que el Papa Francisco dirigió en sus saludos después del Ángelus a los pueblos de América Central, que ya han sufrido la pandemia y se han visto afectados en los últimos días por el violento huracán ETA, que se ha desplazado a Cuba, convirtiéndose en una tormenta tropical, pero que los expertos creen que puede recuperar fuerza en su dirección hacia Florida.

“Que el Señor acoja a los difuntos, consuele a sus familias y sostenga a los más afectados, así como a todos aquellos que están trabajando por ayudarlos”, es la invocación del Papa Francisco después de rezar la oración del Ángelus.

Guatemala afectada como todo el istmo centroamericano por la pandemia y el huracán

Padre Vittorio Castagna vive desde hace diez años en Guatemala, en el distrito de Alta Vera Paz, dedicándose junto con otros Salesianos a los Q’eqchi, una población indígena muy antigua, “de la cual – dice – he aprendido a ser feliz, una serenidad de corazón no afectada por la extrema pobreza en la que viven: esa sonrisa interior que me gustaría devolver a los muchos jóvenes también en Italia”.

Sobre las palabras del Papa en el Ángelus, describiendo la difícil situación en la que se encuentra ahora el pueblo guatemalteco, Castagna dijo:

R. – Las palabras del Papa han tocado nuestros corazones, incluso el pueblo guatemalteco está feliz de haber podido escuchar que rezó por ellos. La situación es difícil porque todavía estamos buscando personas desaparecidas. También tenemos historias de sufrimiento que conocemos bien: uno de nuestros alumnos que vive en nuestra escuela del Centro Don Bosco ha perdido a toda su familia, sus abuelos, tíos, padres, hermanos y hermanas, y se ha quedado completamente solo. Una historia como esta toca el corazón y por lo tanto la oración del Papa seguramente dará fuerza a estas personas que podrán superar un momento tan difícil, no sólo por el coronavirus, sino también por este desastre natural. Una vez más estas personas han sido afectadas, pero estoy seguro de que se levantarán porque los Mayas Q’eqchi y todas las demás poblaciones Mayas que han sido afectadas son poblaciones fuertes y podrán levantarse y seguir adelante con sus vidas.

¿Cuál es la situación y cómo están viviendo estas horas?

R. – La situación ahora mismo es realmente difícil. Nuestra parroquia con 200.000 habitantes está pasando por una prueba muy fuerte, no tenemos noticias de los pueblos más lejanos, pero haremos todo lo posible para ir cuanto antes a las zonas más aisladas. Aquí las inundaciones fueron muy, muy fuertes y la gente se salvó sólo si se llegó a ellos en helicóptero. Nuestra parroquia de Campur estaba totalmente sumergida por el agua, el párroco tuvo que dejar la parroquia e ir a un pueblo cercano y más seguro. Por el momento el panorama no está muy claro, lo que vemos es que ha aumentado el número de personas que se vieron fuertemente afectadas por este huracán. Como iglesia estamos estudiando soluciones para ayudar, para poder satisfacer las necesidades de la gente.

¿Qué están haciendo en concreto?

R. – La respuesta de la Iglesia ha sido inmediata y concreta, hemos abierto inmediatamente nuestros ambientes parroquiales a todas las personas que se han quedado sin hogar, prestando el servicio de los comedores, asegurándoles vestidos y todo lo que la gente necesita. Pero no es sólo las necesidades del momento que tenemos que resolver, también estamos pensando en la reconstrucción, de acuerdo con las propias autoridades, para proyectarnos al futuro. Como iglesia hemos sido maestros de la caridad, los primeros en ir a las zonas más afectadas, y los primeros en secar las lágrimas, esas lágrimas que son indescriptibles; lágrimas que ves en los ojos de las personas que están solas y se sienten perdidas y también las lágrimas de los niños que son lágrimas que realmente tocan tu corazón y te dejan sin palabras.

¿Cuál es el compromiso de la misión salesiana?

R. – Estoy entre el pueblo maya, nuestra parroquia es misionera, somos ocho sacerdotes y visitamos un territorio de mil kilómetros cuadrados con unas 350 aldeas. También tenemos instalaciones educativas, en diferentes lugares con unos 5000 estudiantes que van desde el jardín de infancia hasta la universidad. El objetivo es formar buenos cristianos y ciudadanos honestos. Nuestra historia de presencia misionera tiene unos 80 años, por lo que estamos en una fase inicial de evangelización y nuestro principal esfuerzo es precisamente proclamar al Señor con el testimonio personal y sobre todo con la cercanía de una iglesia que, en las periferias está viva, es una iglesia presente, atenta a las necesidades de la gente.

Fuente: Vatican News