Medio siglo antes de fundarse la Compañía había comenzado la era de los descubrimientos geográficos por parte de Europa, en la que Portugal primero y España después fueron pioneros. Es lo que se ha llamado la primera gran globalización, que supuso una inicial toma de contacto con culturas muy distintas.
Manuel Cubías – Ciudad del vaticano
El historiador Wenceslao Soto S.J. conversa con Vatican News y nos muestra a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús en la particular dimensión misionera. Para comprenderlo mejor, hay que tener presente la teología que subyace a la acción evangelizadora impulsada hace 500 años:
La Iglesia, fiel a la teología que aseguraba que fuera de la Iglesia no había salvación (Extra ecclesiam nulla salus)[1], comprendió la necesidad de ofrecer y a veces imponer esa salvación a tantas personas que aparecían en remotas tierras, intensificando la misión ad gentes para llevar el evangelio a no creyentes.
Los jesuitas se sumarán desde el principio a esa empresa, que resultó ser uno de los campos en los que la Compañía ha ofrecido algunos de sus frutos más apreciados, como las reducciones de la antigua provincia jesuita de Paraguay, o los intentos de inculturación del cristianismo en China y la India.
Experiencia misionera de San Ignacio
El origen de la idea misionera de san Ignacio como un horizonte que se abre a mundos no cristianos como el de los musulmanes o las Indias, se enraíza en su propia experiencia vital y espiritual, pues en su itinerario personal, en muchos momentos, se vio abocado a pensar más allá de Castilla, en realidades geográficas y culturales distintas, que en la cultura de la época remitían a la misión o evangelización de no cristianos.
Encontramos elementos “misioneros” en el sustrato cultural y sociológico de su propia familia, donde no faltaban las referencias a los musulmanes y no creyentes. Tras su herida de Pamplona, que sufrió sirviendo como gentilhombre al duque de Nájera, y durante la convalecencia en Loyola, se produjo la conocida como su primera conversión cuyo fruto inmediato fue el deseo de realizar una peregrinación a Jerusalén, no sólo como asceta, sino como apóstol, con intención de quedarse allí para trabajar en aquella tierra de infieles.
En la llamada segunda conversión, en Manresa, donde experimentó la grandes vivencias espirituales y místicas de su vida, habla de las misiones como de una peregrinación; la misión no es sino un envío en peregrinación apostólica.
La Misión en la Compañía de Jesús
John O’Malley afirma que fueron san Ignacio y los primeros jesuitas quienes cambiaron la semántica del término “misión”, relacionado actualmente con trabajos apostólicos entre no cristianos[2]. Los jesuitas recuperan el uso del término missio (envío). Así, para los jesuitas, la misión es aquello que el Papa les encarga, en función del cuarto voto: Obediencia especial al Papa. La primera “misión” otorgada por el Papa Paulo II, a petición del rey Juan III de Portugal fue evangelizar las Indias Orientales.
Cuando San Ignacio muere (1556), más de cien jesuitas habían ido a las misiones. Como podemos ver, las misiones fueron adquiriendo tal importancia que Ignacio se tomó el tiempo para proponerle a sus hermanos cómo actuar en los nuevos territorios y circunstancias.
Orientaciones y modo de proceder
Las encontramos en el numeroso intercambio epistolar con los miembros de la orden y a través del cual el santo de Loyola profundiza en el conocimiento de los lugares y culturas a los que ha enviado a los jesuitas: conocimiento del evangelizado y de su lengua; la formación y utilización de auxiliares seglares; la enseñanza de la doctrina y predicación por calles y plazas; misiones circulares o volantes; universidades, colegios y escuelas para la instrucción y educación religiosa y humana de la población; atención peculiar a las clases dirigentes (colegios de indios principales, caciques…)[3].
El caso de la misión en Etiopía, que llevó años de preparación y pudo comenzar en 1557 con la llegada del obispo auxiliar Oviedo y cinco misioneros. El éxito fue más bien discreto. Años más tarde, 1603, el jesuita Pedro Páez inicia un viaje hacia Etiopía, logrando un mayor acercamiento con las autoridades locales. Cuentan que fue el primer europeo en tomar una bebida llamada café.
A partir de la experiencia en Etiopía, san Ignacio subraya otros elementos a tener en cuenta por los misioneros: la prioridad de usas los medios espirituales, la oración y la guía del Espíritu Santo. Les pide, además, prudencia y tacto, huyendo de toda violencia e imposición. La empresa en esta región requería de un trabajo de gestión diplomática previo con las autoridades locales. Ignacio les pide a los jesuitas conocer la historia y creencias de los etíopes, los calendarios de fiestas y prácticas pastorales para la conservación del pueblo de Dios. Insiste en el dominio de las lenguas nativas, todo ello como herramientas que permitirían un mayor acercamiento y comprensión de la cultura local.
San Ignacio no habla de inculturación, pues el término no existía en aquella época, el que más evoca esta realidad es el de “acomodar” que combina con la tríada “tiempos, lugares y personas”. La acomodación en Ignacio es dinámica, por ello transige con algunas prácticas que muestran la apertura a las otras culturas, valorándolas y adoptando elementos de esas culturas como costumbres, vestido, el lenguaje.
Algunas de las primeras misiones jesuitas, después de un primer florecimiento heroico, resultaron en fracaso, al menos aparente, por diversos motivos, como la de Etiopía, Japón, China y el Gran Mogol. Se produjo un éxito incontestable, sobre todo, en América, pero incluso esos éxitos, también hoy son analizados con ojos críticos.
[1] Doctrina procedente de los escritos de san Cipriano de Cartago, obispo del siglo III, que tuvo uno de sus puntos culminantes importantes en el siglo XV europeo Cfr. Por ejemplo, SULLIVAN, Francis A, ¿Hay salvación fuera de la Iglesia? Bilbao: Desclée, 1999; FALGUERAS SALINAS, Ignacio, “Dos cartas sobre el dogma “extra ecclesiam nulla salus”, Thémata. Revista de Filosofía, 40 (2008), 365-398.
[2] O’MALLEY, John, Santos o demonios?Estudios sobre la Historia de los jesuitas, Bilbao: Mensajero, 2016, 90. “La misión y los primeros jesuitas”, 217-224; PROSPERI, A., “L’Europa cristiana e il mondo: alle origini dell’idea di missione”, Dimensioni e problemi della ricerca storica, 2 (1992), 189-220; BURKE, Th.J.M. (ed.), Beyond All Horizons. Jesuits and the Missions, Nueva York, 1957.
[3] MEDINA, “Métodos” 174.
Fuente: Vatican News