Creemos en nuestros padres cuando solucionan nuestros problemas sin ni siquiera poder hablar. Creemos en los profesores que nos aguantan en clase, en la capacidad de la enfermera que nos saca sangre y en el criterio del dependiente de la tienda de ropa que nos dice que esa es nuestra talla. Creemos que existe la justicia, que el bien es más deseable que el mal, o que el amor no es únicamente biología. Incluso construimos nuestras familias creyendo en un simple te quiero. Porque creer es algo propio del ser humano, inaccesible para el resto de las criaturas. Si no creyéramos en nada no avanzaríamos, no tendríamos ni tan siquiera infancia. Y es desde este principio tan humano desde donde se asienta nuestra fe, algo tan frágil y a la vez tan fuerte. Esto de creer habla mucho de cómo somos las personas y, especialmente, los cristianos.
Creer implica humildad. Aceptar que somos frágiles y que no lo sabemos todo. Que hay un continuo aprendizaje y que somos absolutamente dependientes de otros y de Otro, que por sí mismo, ninguno de nosotros hubiera durado ni un día de vida, porque estamos aquí gracias a otros. Es reconocer que vivimos en un continuo aprendizaje hasta el día en que todo esto se acabe. Que hay afirmaciones que no llevan detrás una demostración, sino una opción, una intuición o un acto de fe. Creer también implica dudas, de lo contrario no sería creer. Es imposible que todo nos encaje en la cabeza. Aunque las dudas no nos gusten, suelen ser la mejor señal de que nuestra fe es sana, porque si solo hay certezas absolutas, eso no invita a seguir buscando y creciendo. A mí, personalmente, me cuesta mucho la gente que cree saberlo todo y parece tenerlo siempre claro.
Y por último la fe es confianza, aunque a veces cunda el pánico o reine el miedo y la soledad. Es caminar sobre unos pilares fuertes y seguros, pero que no podemos ni ver ni controlar. Resulta casi imposible verificar cada dato que nos enseñan en clase, adivinar continuamente si la enfermera copió en la facultad o si la talla de los pantalones que quiero comprar corresponde a los estándares oficiales o al ojo avispado del vendedor de turno. La realidad nos dice que nunca podremos saber todo, por eso hay una franja imprescindible que cada persona está obligada a llenar confiando en algo o en alguien, unos lo hacen en el dinero, otros en lo política, algunos en el placer y los cristianos, lo intentamos hacer en Dios, sabiendo que no es fácil.
Porque en esto de la fe, no podemos demostrar con hechos empíricos que Dios existe, pero tampoco nos pueden demostrar lo contrario.
Fuente: Pastoral SJ