“…Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados”. [EE 23]
En las dos primeras partes del PyF hemos evaluado el ‘para’ que rige al ser humano, y cómo discernir ante un conflicto de valores. Pero no habíamos tenido en cuenta los apegos que, en nuestro interior, nos quitan la libertad para elegir así. Es fácil decir que el televisor debería apagarse, pero en el sofá uno se está tan bien…
Ignacio llega a una conclusión copernicana: debemos hacernos indiferentes (es decir, desapegados, que los sentimientos no decidan por nosotros, sino que seamos nosotros los dueños de nuestras decisiones) ante todas las cosas creadas. Es importante subrayar ese todas: objetos, plantas, animales… ¡y personas! Todo lo creado.
Un hombre casado puede sentir una fuerte atracción por una mujer con la que trabaja cada día. Si es consciente de ello y sabe que su ‘para’ apunta hacia Dios, no dañará su matrimonio, su mujer, en beneficio propio: buscará indiferencia. Esto no significa que no sienta nada más a partir de ahora, sino que se esforzará en no dar cancha a sus sentimientos para que no determinen su modo de comportarse ante aquella persona; se trabajará para llegar a tener más libertad interior y decidir según el ‘para’ que guía su vida, no según el sentimiento que le viene. Ciertamente es un proceso difícil, pero necesario. La indiferencia auténtica requiere una fuerte preferencia: el ‘para’ debe fortalecerse para que el sentimiento no elija por sí solo, dando lugar con frecuencia a lo peor: el miedo se vuelve rechazo, el odio se vuelve violencia, el deseo se vuelve abuso…
El cultivo de la indiferencia debe ser constante en nuestro huerto. Ignacio describe parejas de situaciones en las que evidenciar esta ausencia de apego. Un creyente deseoso de comunicar el amor de Dios a la gente (su ‘para’), no estará más apegado a la salud que a la enfermedad, porque con salud hará mucho por los demás, pero quizás desde la enfermedad su testimonio brille más. Ni a la riqueza más que a la pobreza, porque aunque con riqueza pueda ser muy generoso, quizás su pobreza le haga más cercano a los que no tienen. Ni a la vida larga más que corta, porque si bien una larga vida le dará muchas ocasiones para entregarse, quizás su modo de morir la recuerden muchas generaciones…
La clave para avanzar en nuestro ‘para’ o fin último parece ser una robusta indiferencia. ¿Cómo perseguirla? Consciencia de los propios sentimientos, petición a Dios, contemplación de Jesús, disciplina interior, adiestramiento de sentidos… un proceso de Ejercicios que el PyF encabeza y que nos hará personas mejores, más humanas y plenas, a mayor gloria de Dios (AMDG).
Joan Morera Perich SJ
Fuente: Espiritualidad Ignaciana