“Desde mi sangre venezolana y caribeña me siento bien cercano al pueblo haitiano”. Así empieza el mensaje del P. Arturo Sosa a los jesuitas en Haití. Recordemos que el territorio de Haití, por razones históricas, forma ahora parte de la Provincia de Canadá, pero al mismo tiempo está cada vez más vinculado a otras entidades de la Compañía en la región del Caribe.
Desde hace menos de dos años, Haití tiene su propio superior, el P. Jean Denis Saint Félix. Aunque dependiente del P. Erik Oland, Provincial de Canadá, tiene una gran responsabilidad en la organización del trabajo apostólico en el país. En este contexto de “juventud administrativa”, el Padre General, saluda en primer lugar a los compañeros jesuitas de Haití, empezando por los ocho novicios que acaban de entrar en el noviciado de Puerto Príncipe. Reconoce que Haití está pasando por momentos difíciles y agradece a los jesuitas su compromiso, su generosidad, su deseo de re-imaginar una presencia de la Compañía de Jesús en Haití que dé respuesta a las esperanzas del pueblo haitiano.
Insiste en un aspecto de lo que le gusta llamar la “misión vital” de la Compañía en este país caribeño: los jesuitas forman un solo cuerpo apostólico. No se trata, aclara, simplemente de trabajar mucho, sino de hacerlo de manera unida, cohesionada, como un cuerpo. Esto sólo es posible, como recordó el Papa Francisco al confirmar las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía, cuando en la base de todos los compromisos existe un espíritu de oración y unión con Dios.
Refiriéndose a la experiencia de los Primeros Compañeros que, junto con Ignacio, reconocían haber sido reunidos por el Señor a pesar de la diversidad de sus orígenes y culturas, el Padre Sosa subraya la importancia de que los jesuitas haitianos vivan lo que la tradición jesuita llama indiferencia ignaciana, para contrarrestar así la tentación del individualismo, que busca el éxito de los proyectos personales y no los del conjunto del cuerpo apostólico. Nota además que, a pesar de que las necesidades son muy grandes en un país como Haití, que afronta tantos problemas, los jesuitas haitianos están llamados a mostrar su generosidad en misiones y proyectos fuera de su propio país. En particular, deben hacerlo en unión con las demás unidades de la Compañía de Jesús en la región del Caribe, superando así unas divisiones que tienen sus raíces en los tiempos de la conquista de estos territorios por los poderes europeos.
Una dimensión constitutiva de la misión de la Compañía, particularmente importante en el contexto de un país donde la mayoría de la población vive en la pobreza y donde falta liderazgo social y político, es ayudar al pueblo haitiano a discernir dónde y cómo trabaja el Espíritu de Dios entre ellos. Es una invitación a los jesuitas de Haití a practicar el ministerio de la reconciliación y a elegir actividades apostólicas que sostengan la esperanza.
En resumen, el Padre General envía un mensaje de aliento a sus hermanos que trabajan en Haití, uno de los países del mundo que suponen un desafío de mayor calado. Los anima también a mantener una visión amplia que evite el encerrarse en sí mismos, e impulse a participar más estrechamente en la misión universal que tiene la Compañía de mostrar, todos juntos y como cuerpo apostólico, el camino hacia Dios.
Fuente: Jesuits Global