30 años jesutias en Santa María Chiquimula
La celebración
El 17 de septiembre, domingo, celebramos en Santa María Chiquimula el aniversario número 30 de la llegada de los jesuitas a esta parroquia. La celebración consistió, primero, en la víspera, en el comedor de la comunidad, una cena con jesuitas y laicos que nos visitaban de Guate y luego esa misma noche una especie de brindis con los mismos más algunos miembros del Consejo Parroquial. En este momento, contamos informalmente algo de lo que habíamos investigado en San Salvador, en el archivo de la Curia, acerca de los pasos que se dieron hasta definir que ésta era la parroquia con la que nos enamoraríamos, al estilo del Witán Achí que vino a construirle la iglesia a la Virgen de Natividad, a cambio de que se casara con él…
El día siguiente, se tuvo la misa a las 9 am con la iglesia llena. Concelebramos Mynor Pinto, el superior, Natxo vicesuperior y párroco, Paco Iznardo, representante del Provincial, el Negro Valdés, rector del Liceo Javier, Carlos Orellana, Manfredo López, Vico y R Falla. Mito, que ya había dicho misa a las 7 am fue el fotógrafo oficial. Además, estaban presentes entre el público los maestrillos, Roberto López y José Luis Cruz de la parroquia, y Gerardo Aguilar del Javier. Habían venido también Claudio y su esposa y Chayito Martínez del Liceo Javier. El celebrante principal fue Natxo, quien además predicó, centrándose en el tema del evangelio del día (Mat. 18, 21-35) y pidiendo con mucha fuerza perdón a la gente por nuestras deficiencias y faltas: "perdón porque nos soportan", dijo.
Después de la misa se tuvo un acto en la misma iglesia, donde se había repartido un refrigerio a la gente que permaneció sentada en sus lugares. Por el número de jugos que se repartieron se calcula que había cerca de 800 personas. Nosotros los jesuitas estábamos sentados en la pirámide truncada donde se coloca el altar. La gente nos agasajaba. Entre las formas de reconocimiento de la gente se nos dieron regalos, a cada uno una taza con la inscripción del aniversario y a los cinco jesuitas que están ahora aquí nos dieron regalos, como pañuelos, camisa y pantalón. Al fin del acto, pasó toda la gente a abrazarnos, a los cinco y a los otros jesuitas presentes. Fueron como 800 abrazos. Algunos muy emotivos. La gente también nos pedía perdón en voz baja y nos agradecía por estar aquí.
Acto seguido, ya fuimos a un salón de la parroquia a tomar el caldo rojo, que es una comida picante – este no picaba – muy típico que tiene raíces simbólicas profundas en el Popo Vuh y otras tradiciones y costumbres. Indica el momento en que una persona toma un cargo y hace una decisión que puede costarle la vida. La venida de la Compañía a este lugar había supuesto una decisión colectiva al pueblo indígena en general que tenía raíces en la misión de la iglesia y de la Compañía y que a muchos sacerdotes les había costado el martirio.
El 90 % del costo de la celebración fue de las comunidades.
Cómo vinimos acá
Recordamos cómo el vuelco a los pueblos indígenas de la Compañía en CA databa de 1969, cuando se concretizó en nuestra Vice provincia el giro de la Iglesia en Medellín por la liberación (1968). De esa decisión de 180 grados nació para nosotros la ida a la parroquia de San Félix, en Panamá, que en este mismo domingo Chema Andrés estaba devolviendo a la diócesis de Chiriquí después de 40 años. Y también de esa decisión de vuelco a los pueblos indígenas en Guatemala nació el trabajo del CIAS en Chimaltenango y El Quiché del que nació el CUC (Comité de Unidad Campesina), un trabajo intensamente religioso con catequistas, pero fuera de las estructuras parroquiales. Recordamos cómo ese esfuerzo terminó en represión y masacres y en debilitamiento de la Compañía en Guatemala.
Pero por los años de 1986 y 1987 renace en la Compañía de Jesús de Guatemala la vocación indígena que se concreta en la decisión de buscar una parroquia indígena – ahora sí, dentro de la estructura de iglesia- entre las etnias mayoritarias mayas (los kichés), en las diócesis amigas como la de Los Altos y El Quiché. Recordamos cómo el obispo del Quiché nos ofrece la parroquia central, pero luego se arrepiente al considerar el peligro que supondría para la diócesis nuestra presencia. Por fin, regresamos a buscar en Los Altos, pero ahora por sugerencia de Fe y Alegría en Totonicapán y aterrizamos en Santa María Chiquimula. Un pueblo que se encuentra en todo el país por la migración interna. Un pueblo, pensábamos entonces, con capacidad de irradiación. Un pueblo vecino al Quiché, donde la vocación de la Compañía se había teñido con la sangre de Fernando Hoyos, pero no un pueblo en El Quiché.
Los pasos de la búsqueda los dieron Chema Andrés Vitoria, que sería el primer párroco jesuita, y el P. Toruño, que daba garantía ante la Iglesia de serenidad y ecuanimidad. Chema quedó de párroco, pero él tenía que aprender kiché y después de asumir la parroquia se fue a la Antigua a intentar el aprendizaje de la lengua, que no fue muy exitoso por cierto, quedándose al frente de la parroquia como vicario parroquial Jesús Rodríguez Jalón que tenía la experiencia y el entusiasmo por los pueblos indígenas emberás desde Jaqué, Panamá.
Pero ¿por qué la diocesis de los Altos ofreció esta parroquia y no otra? Parece que tuvo que ver el ingreso violento de la Renovación Carismática en 1981 que terminó con la expulsión del párroco franciscano después de 5 meses de residencia. Después de esa "salida tumultuosa" el siguiente sacerdote fue del clero secular y terminó yéndose al otro extremo al excolmulgar a la Renovación, cosa que parece que lo dejó cansado y con el deseo de salir. Al recibir la parroquia, Chema Andrés se encuentro con el problema de una división aguda. Era una herida que hacía que muchos católicos estuvieran dejando la iglesia católica. Tuvo el mérito, reconocido por la gente mayor de aquí, de haber reintegrado a los carismáticos que estaban excluidos de los sacramentos. No sabemos si cuando recibió la parroquia se dio cuenta del problema con el que se le entregaba.
Esta es la parroquia en la que estamos. Tiene una gran vitalidad religiosa, a veces nos parece excesiva, pero nos ha fortalecido la fe y la devoción, aunque nos desconcierte a cada paso. El reto no es sólo servir a este pueblo, sino conocerlo internamente, amarlo y seguirlo. Nos cuesta conocerlo. Hay el peligro de convertirnos en burócratas del sacramento. Nos cuesta amarlo, porque a veces parece que lleva otras agendas que no son las nuestras. Nos cuesta seguirlo, porque con frecuencia quisiéramos que nos siguieran.
Jesuitas que han pasado por aquí
Quisiéramos agradecer a todos los jesuitas que han pasado por aquí. Algunos, muchos años. Otros, pocos meses. Algunos sacerdotes, hermanos y maestrillos. Algunos ya han muerto, otros estamos todavía aquí. Algunos pocos también dejaron la Compañía. Les agradecemos a todos.
Sólo hemos podido sacar una lista con las fechas de su estancia. De 1987 a 1993 nos basamos en los libros de bautizos que dan día y mes, no sólo año. De 1994 en adelante, usamos el catálogo de la Provincia, el cual solo da año y a veces un año retrasado al comienzo del trabajo del jesuita.
Que sirva de ánimo para los que sientan la vocación indígena.
José María Andrés (1987-1992), +José María Ubach (1987-1992, mzo-may 1991), +Jesús Rodríguez Jalón (1987 y 1994-1995), Luis Gutiérrez (ene 1998-jl 1988), Salvador Carranza (ag 1988-nov 1988), Victoriano Castillo (1989-2006), Denis Leder (nv 1991-jl 1992), José Antonio Pacheco (fb 1992-abr 1993), Adonaí Cortés (1994), Jorge Sarsanedas (1995-2002, 2006-2008), +Gonzalo López (1995-2009), ex Mario Sánchez (1997-1998), Juan Hernández Pico (2000-2007), Ricardo Falla (2001- ), ex Isidro Fraile (2003-2004), Mynor Pinto (2003-2004), José Miguel Clemente (2005-2009), ex Jaime Rodríguez (2008), Ignacio Blasco (2009- ), ex Clemente De Gracia (2009-2010), Manfredo López (2009-2016), Roberto López Amaya (2015- ), José Luis Cruz (2017- )y Guillermo Soto (2017- ).
Ricardo Falla, sj