Skip to main content

 

Jose Ignacio Garcia, SJ

El Futuro Que Queremos es el título del acuerdo final de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, Río+20.  Es un largo texto de 49 páginas y hará falta más tiempo para hacer una análisis más detallado.  Este artículo quiere dar una primeras impresiones, destacando algunos de los puntos más controvertidos.

Efectivamente no es un texto original, nada creativo, casi no hay ninguna idea novedosa salvo tal vez las de “economía verde” y “objetivos de desarrollo sostenible,” de hecho el acuerdo hace referencia a docenas de acuerdos, convenciones y tratados anteriores a los que anima a reforzar, apoyar o sostener en ese universo de iniciativas ya existentes.  Vamos a ofrecer algunos ejemplos, con el número del párrafo del documento oficial entre paréntesis.

“Con la plena participación de la sociedad civil” (1).  En un duro comunicado publicado por las ONGs presentes en Río pidieron que esta expresión fuera retirada porque no se veían en absoluto representadas en el resultado de la Conferencia y eso les hacía poner en cuestión todo el proceso.

“Reafirmamos también la importancia de la libertad, la paz y la seguridad, el respeto de todos los derechos humanos, entre ellos el derecho al desarrollo” (8).  De la forma que se expresa aquí el derecho al desarrollo parece superior y por lo tanto no puede ser limitado por límites físicos del planeta, no se inscribe en un hecho mayor como es la escasez y el agotamiento de los recursos naturales.

“Reconocemos que muchas personas, especialmente los pobres, dependen directamente de los ecosistemas para su subsistencia, su bienestar económico, social y físico, y su patrimonio cultural.  Por esa razón, es esencial generar empleos e ingresos decentes que reduzcan las disparidades entre los niveles de vida para atender mejor a las necesidades de la población y promover medios y prácticas de subsistencia sostenibles y el uso sostenible de los recursos naturales y los ecosistemas” (30).  La solución que se ofrece – empleos e ingresos – podría sugerir que se trata de una prioridad frente la protección de los ecosistemas.  Esto podría ser claramente contradictorio, ya que es bien sabido que destruir, o no gestionar correctamente los ecosistemas es la primera fuente de pobreza por el colapso de los ingresos tradicionales.  Una vez más podemos ver una de las principales dificultades de este texto: no acaba de dar prioridad sólo enumera, por lo que no ofrece un criterio en caso de conflicto.

“Reconocemos la necesidad de establecer formas más variadas de medir los avances que complementen al producto interno bruto, con el fin de informar mejor las decisiones de política, y a este respecto, solicitamos a la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas que, en consulta con las entidades pertinentes del sistema de las Naciones Unidas y otras organizaciones competentes, ponga en marcha un programa de trabajo en este ámbito sobre la base de las iniciativas existentes” (38).  Otra vez nada nuevo, demasiado poco, pero algo claramente bueno y que es positivo.

“Reconocemos que el planeta Tierra y sus ecosistemas son nuestro hogar y que Madre Tierra es una expresión común en muchos países y regiones, y observamos que algunos países reconocen los derechos de la naturaleza en el contexto de la promoción del desarrollo sostenible.  Estamos convencidos de que, para lograr un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras, es necesario promover la armonía con la naturaleza” (39).  La cuestión sobre los derechos de la naturaleza o los derechos de la tierra está siendo muy controvertida, especialmente allí donde hay comunidades indígenas que se organizan para proteger sus tradiciones y recursos, y sus territorios.  La solución ofrecida en este acuerdo es reconocer que algunos países los reconocen como derechos y para el resto hace una llamada general a la harmonía con la creación.  Obviamente es un argumento muy débil si lo comparamos con la fuerza que tienen la protección de un derecho.

“Reconocemos la importancia de la presentación de informes sobre sostenibilidad empresarial y alentamos a las empresas, especialmente a las sociedades que cotizan en bolsa y a las grandes empresas, a que, cuando proceda, consideren la posibilidad de incorporar información sobre sostenibilidad a su ciclo de presentación de informes.  Alentamos a la industria, los gobiernos interesados y las partes interesadas pertinentes a que, con el apoyo del sistema de las Naciones Unidas, según proceda, preparen modelos de mejores prácticas y faciliten la adopción de medidas en pro de la incorporación de informes sobre sostenibilidad, teniendo en cuenta las experiencias de los marcos ya existentes y prestando especial atención a las necesidades de los países en desarrollo, incluso en materia de creación de capacidad” (47).  La recomendación es tan débil que podría pensarse que es ingenua si no fuese porque está escrita en un acuerdo internacional.  Río+20 habría marcado una diferencia si hubiese hecho obligatorio el informe de sostenibilidad – y hubiese remitido a algún protocolo – mantenerlo como una recomendación es una gran oportunidad perdida.

“Destacamos la importancia de la participación de los pueblos indígenas en el logro del desarrollo sostenible.  Reconocemos también la importancia de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas en el contexto de la aplicación de estrategias de desarrollo sostenible en el plano mundial, regional, nacional y subnacional” (49).  Este párrafo resulta totalmente insuficiente cuando los pueblos indígenas se están esforzando por sobrevivir.  La llamada a participar para contribuir al desarrollo sostenible parece casi hipócrita cuando simplemente están tratando de sobrevivir como pueblo.  El texto debería recoger esta situación de minoría que debe ser respetada.

“Nos comprometemos a fortalecer la función del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) como principal autoridad ambiental mundial que establece las actividades mundiales en pro del medio ambiente, promueve la aplicación coherente de los aspectos ambientales del desarrollo sostenible en el sistema de las Naciones Unidas y actúa como defensor autorizado del medio ambiente a nivel mundial” (88).  El Programa de NU para el Medio Ambiente permanece programa, que es un rango muy inferior en el ranking de las agencias internacionales, esto hace que sea muy dudoso su papel de “principal autoridad ambiental mundial.”

“Reconocemos que los minerales y los metales hacen una gran contribución a la economía mundial y las sociedades modernas.  Observamos que las industrias mineras son importantes para todos los países con recursos minerales, en particular los países en desarrollo.  También observamos que la minería ofrece la oportunidad de catalizar un desarrollo económico de amplia base, reducir la pobreza y ayudar a los países a lograr los objetivos de desarrollo convenidos internacionalmente, entre ellos los Objetivos de Desarrollo del Milenio, cuando se gestiona de manera efectiva y adecuada.  Reconocemos que los países tienen el derecho soberano a explotar sus recursos minerales de conformidad con sus prioridades nacionales y la responsabilidad sobre la explotación de los recursos que se describe en los Principios de Río.  Reconocemos también que las actividades mineras deben aumentar al máximo los beneficios sociales y económicos y abordar de manera efectiva los efectos negativos ambientales y sociales.  En este sentido, reconocemos que los gobiernos necesitan una gran capacidad para desarrollar, gestionar y reglamentar sus industrias mineras en interés del desarrollo sostenible” (227).  Probablemente este es uno de los más desafortunados párrafos de la declaración.  La preeminencia económica que se da a la minería, sin mencionar que es un recurso que se agota, y poniendo sus implicaciones sociales al final, sin mencionar que tiene efectos devastadores como la expulsión de poblaciones, la apropiación de tierra, la contaminación de suelos y agua, y las condiciones laborales inhumanas, indica la escala de valores que se propone.  Las materias primas se anteponen de forma radical a los seres humanos.

“Reconocemos que la formulación de objetivos también podría ser útil para la puesta en marcha de medidas concretas y coherentes sobre el desarrollo sostenible.  Reconocemos también la importancia y la utilidad de un conjunto de objetivos de desarrollo sostenible, basados en el Programa 21 y el Plan de Aplicación de las Decisiones de Johannesburgo, que respeten plenamente todos los Principios de Río” (246).  Esta es una de las novedades, el tiempo dirá si se concretiza y se hacen operacionales.

Noticia tomada de: http://ecojesuit.com/primeras-impresiones-del-futuro-que-queremos/3250/?lang=es

Descargar archivo en pdf de "El-futuro-que-queremos"

Descargar boletines en pdf producido por EcoJesuits sobre Rio 20: Rio+20 con EcoJesuit

Leave a Reply