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Presentación del libro

Luchar por la justicia al viento del espíritu. Autobiografía y esbozo de historia de mi generación de Juan Hernández-Pico, sj.

Universidad Rafael Landívar, 22 de enero de 2015.

He estado pensando qué decir en este momento. Pensé en César Jerez, su hermano Guillermo está aquí delante.  ¿Qué le diría César? Tal vez, “Juan, has hecho un buen trabajo”, pero no le haría un panegírico. Era sobrio. Pero he estado pensando también  que no estamos presentando un libro cualquiera, como puede ser el diagnóstico de la realidad centroamericana o una novela, porque se trata de una autobiografía: estamos no sólo ante la presentación de un texto, sino ante la autorrevelación de una persona. Por eso, se deben mezclar en el autor en este momento muchas emociones, como también entre nosotros.

En  este momento delicado, pues, que es como un rito de paso, un momento de mucha carga de sentimientos, me parece que estoy aquí para respaldar a mi compañero y amigo, quien ha tenido la confianza de revelarse ante la sociedad con sus fuerzas y vulnerabilidades. Pero también estoy para interesarlos a ustedes en la lectura del libro y para que se les despierte el interés y el deseo de acercarse a él, ya que no sólo se trata de una autobiografía, sino, por extensión, el esbozo de historia de una generación de jesuitas.

Este libro, pues…, es él, el autor, como le llamemos, Piquito, JHP, Juan, Pico… Un jesuita nacido en el país vasco en 1936 y venido a CA de joven con estudios en teología hechos en Frankfurt, Alemania, en los tiempos del vendabal del Vaticano II, y estudios de sociología en la Universidad de Chicago, durante los años de Medellín (1968), cuando el Concilio se estaba aplicando en nuestro continente latinoamericano y nacía la teología de la liberación. El autor, o Juan, o Piquito, o Pico, es una amalgama de teólogo y sociólogo. De corazón es más lo primero, aunque de especialización es más lo segundo. No fue destinado a estudiar teología, que era lo que más quería, sino sociología, en ese tiempo  de especialización que la Compañía daba con estudios de primera clase a muchos jesuitas de su generación. Lo verán ustedes en su autobiografía. Pero esta no es ni un tratado de teología, ni un análisis de sociología. Es narración amena,  y tal vez aprendamos más de teología leyéndola que estudiando un texto de dogmática o de biblia, y tal vez aprendamos más de los movimientos sociales que se vivieron hace años que leyendo una historia muy sesuda, con etapas, períodos y grandes conclusiones de tendencias. Yo recuerdo que cuando lei los Ejercicios espirituales de Rahner entendí mejor su teología abstracta.

El autor –malo es decirlo en su presencia- ha sido eje de la Compañía de Jesús de CA durante unos 45 años. Nunca ha sido superior provincial, como César Jerez, que no alcanzó a escribir su autobiografía. Pero para ser eje no hace falta ser superior. Juan o Piquito o Pico ha ejercido esta función de eje de tres maneras principales. A ver si los jesuitas que me oyen están de acuerdo. La primera, siendo el alma del sector social. El sector social es el grupo de jesuitas que se ocupa  más de la promoción de la justicia en la Compañía centroamericana. La promoción de la justicia es una dimensión del apostolado de todos los jesuitas, pero hay un sector compuesto por aquellos que más dedicación dan a esta dimensión. He dicho, que más se ocupan o más dedicación dan, porque puede haber jesuitas que no son de este sector y se preocupan más que nosotros que estamos en el sector social por la justicia. Pero Juan ha sido el alma de este sector de la Compañía de Jesús en CA y también de la ocupación y preocupación por la justicia entre nosotros. Junto con César Jerez fue el fundador del CÍAS (Centro de Investigación y Acción Social), ya mencionado por Laura, del que la comunidad de la Zona 5 fue una concreción en Guatemala. La comunidad de la que nació un movimiento campesino tan importante como fue el organizado dentro del CUC (Comité de unidad campesina). Esta comunidad duró seis años de 1973 a 1979 y ustedes pueden leer detalles  en el libro.

Ha sido, también, eje de la provincia de la Compañía en CA en la formación de la juventud jesuítica, después de Ignacio Ellacuría, como delegado de formación por muchos años. ¿Ahora sigues siendo?          No.

No, pero no pueden prescindir de él en el Consejo de formación. ¿Cómo ha ejercido este influjo? Pues, a través de su capacidad de información, de su visión de futuro y de su don de consejo en todas las reuniones, y a través de miles y miles de cartas, que cuando se muera y pasen unos 50 años o más, se podrán publicar [risas] como una correspondencia rica en intuiciones sicológicas y en descripciones de las situaciones, tanto de dentro de la orden, como de las sociedades centroamericanas. También ha ejercido esta función a través del acompañamiento espiritual de cientos de jóvenes que han pasado por su mesa abriéndole su conciencia en momentos de crisis y de gozo. El tratamiento del caso de Tellito, Jorge Tello, hijo, es un ejemplo de esa profundidad. Lo podemos leer en el libro.

Por fin, una tercera manera ha sido siendo también alma de la espiritualidad, como podemos verlo en la autobiografía. No sólo teología, sino enamoramiento de Jesús de Nazaret, predicador y realizador en su vida del discernimiento espiritual. Espiritualidad cristiana, católica e ignaciana. Por eso, Juan y su libro son profundamente jesuíticos. El punto de referencia de su vida son las amistades y dentro de ellas los amigos jesuitas. Por eso, también es un luchador, no sólo al viento del espíritu, sino al viento de la Compañía, cosa que la han experimentado los que han salido, pero antes de salir le han tenido que dar a él todos los argumentos  para convencerlo que esa determinación es de Dios, no un antojo del momento o de la pasión. Pero, ustedes son testigos, los que fueron jesuitas y ya no lo son y están aquí, de que después, él no cambia la amistad. Más bien, la exigencia de sinceridad desde el amor a la Compañía ha afianzado esa amistad.

Estas maneras de haber sido eje entre nosotros y seguir siéndolo evidentemente son fruto de su privilegiada memoria, de la que esta autobiografía es un testimonio, de su inteligencia y no menos de su corazón. En esta autobiografía aparecen continuamente estas tres facultades en grado muy especial. Lo que recuerda, sin ayuda de papeles, lo que analiza de las circunstancias y lo que ama en una red inmensa de amistades. La autobiografía es un canto a la amistad.

Todas estas son potencialidades que podrían separarnos de él al admirarlo. Pero también es un jesuita débil, como aparece en las crisis que nos comparte. Por eso, esta autobiografía se parece un poco a las Confesiones de San Agustín, pero no de pecados [risas], sino de vulnerabilidades con las que ha convivido por largo tiempo hasta superarlas con la ayuda de otros. Por eso, esta autobiografía es un acto de confianza, un acto de confianza en los lectores y lectoras de CA, de España y otros lugares, como México, adonde la acabo de llevar. El confía que la mayoría no se aprovechará de su debilidad  y que al darla a conocer,  se bajará del nivel que le dan su gran memorión, su penetrante inteligencia y  su amor, para hacerse uno de nosotros. Habrá tal vez gente que la usará para reirse de él o meterle la daga por la espalda. Pero el confía en nosotros,  en general,  que le daremos una acogida amiga.

Unido a esta presentación de sus crisis depresivas… ya superadas,  está el tratamiento de la muerte de Tellito, jesuita joven que se quitó la vida, “que fue al encuentro de la muerte”, como lo pone Pico, aprisionado entre el amor a una mujer y el amor a este grupo de amigos que han ofrendado el amor por vivir juntos para luchar por la fe y la justicia. Yo creo que el autor se ve retratado en este joven que no logró superar esa crisis tremenda.

De aquí paso a dar un par de pistas de cómo leer el libro, si es que les parecen. Es un gran libro, pero peléense con él. Con los grandes libros, como el Popol Vuh, la Biblia… hay que pelearse con ellos. Tal vez en una primera lectura nos capture hasta no poderlo dejar, como me escribe un jesuita mexicano, o que nos entretenga, como me decía una amiga guatemalteca, que “es muy bonito leerlo porque nos cuenta de ustedes”, o que nos interese para armar la historia de la iglesia en Guatemala como estudiosos. Pero peléense con él a partir de las disonancias chiquititas o grandes que sientan por diversas cosas. Tal vez el estilo desbordante, tal vez la demasía en la información , tal vez el silencio premeditado o involuntario de algunos temas, tal vez errores factuales…  Hoy en el desayuno discutíamos si se debiera añadir una fe de erratas. ¡Pero, no! Eso es la autobiografía, eso es la memoria. Los errores dicen algo. Sólo cuando nos  peleemos con este libro encontraremos el río profundo que le da más validez.

Y otra cosa, ya terminando. Hay una pista, que yo llamo original, que habría que seguirle. La autobiografía iba a ser una historia de la comunidad de la zona 5. Yo se la venía pidiendo  desde hace rato. Aceptó por fin el reto, pero al personalizarla, hizo otra cosa: una autobiografía y desde ella un esbozo de la historia de su generación. Pues bien, una pista a seguir es cómo se dio la participación de la iglesia en esa gesta épica que fue la revolución, una revolución necesaria, pero imposible, como dice Edelberto Torres. Eso es importante, porque incluso en documentos oficiales de la iglesia guatemalteca –y me alegro que esté aquí presente Monseñor Cabrera, quien sabe a qué me refiero- aparece un desconocimiento simplista y simplificador de la riqueza espiritual y de fe que tuvo nuestra participación. Este libro es una fuente de conocimiento para corregir esas interpretaciones que buscan defender un modo actual de proceder de la iglesia que cercena la promoción de la justicia del servicio de la fe.

Entonces, gracias Juan y gracias a la familia Tello por haber visto en la historia de su hijo una luz y estar de acuerdo con que junto a la autorevelación de Juan fuera la revelación del caso y de la persona de su hijo. Si fuéramos Balam Kiché, Balam Aq’ab’, Majukotaj e Iki Balam, quemaríamos ahorita incienso y bailaríamos hacia el oriente porque se está revelando el sol. No que tú lo seas. Pero al revelarse, dice el Popol Vuh que ese sol tenía la figura de una persona humana, “pache jun chi winaq”, la semblanza de una gente se veía en el sol resplandeciente. Una persona, que tú sí lo eres, una persona débil, como somos los humanos. 

Muchas gracias, 

Escrito por: Ricardo Falla, s.j.

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